La oración divina

El Señor vivió como un hombre de oración. No vivió como un hombre común que oraba oraciones comunes a Dios, ni como un hombre piadoso, que oraba a Dios de manera religiosa, ni como un hombre que buscaba a Dios para conseguir logros espirituales.

Todas las oraciones del Señor fueron hechos divinos. Necesitamos preguntarnos si nuestras oraciones son hechos divinos. Una esposa puede pedirle al Señor que cuide de su familia porque su esposo ha perdido su trabajo. Semejante oración no es divina. En lugar de ello, puede orar: “Señor, como ama de casa, te alabo y te doy gracias porque estamos en Tus manos. Confiamos en Ti en esta circunstancia”. Esta es la oración divina.

Cuando consideramos la oración del Señor en Juan 17 podemos ver qué es la oración divina. Podemos orar por nuestra necesidad, pero tenemos que orar por ella de una manera divina. Deberíamos orar oraciones divinas, no oraciones humanas... Aunque somos humanos, la gente debería sentir que hay algo místico y misterioso en nosotros no pueden entender. La clave es que aunque somos humanos, vivimos divinamente, es decir por la vida divina. 

El modelo de que el primer Dios-hombre (Cristo) fuera un hombre de oración muestra que debemos hacer todo de una manera divina. Incluso el amor de un marido a su esposa debería ser divino y no humano. (“El Dios-hombre viviente”, cap. 10)


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