¿Estas triste?
Otras veces nos sentimos deprimidos, pero los demás no pueden participar de nuestra depresión. Algunos quizás entierren sus muertos y luego digan: “Para mí todo ha terminado. He perdido toda esperanza. Él ha muerto y lo he perdido todo. Todo lo que tenía se fue con él”. Sin embargo, estos son los momentos en los que deberíamos acercarnos al Señor. Podemos contarle al Señor nuestra tristeza. Él no nos reprenderá por ser demasiado mundanos, demasiado afectuosos o demasiado apegados a nuestros difuntos. Él conoce nuestra parte emotiva y se compadece de nuestro corazón.
Tal vez algunos nunca hayan experimentado la tristeza de perder a sus padres, esposa, hermanos o parientes. No obstante, cuando pierden algo, sienten que todo a su alrededor ha perdido su fulgor; no encuentran salida. En tales momentos deberían sepultar el cuerpo, como hicieron los discípulos de Juan, e ir a contárselo al Señor.
Deberíamos comprender que cuando tenemos una conversación exhaustiva con el Señor y derramamos nuestro corazón delante de Él, nuestra intimidad con el Señor avanza un paso más y lo conocemos un poco más. El contacto íntimo que tenemos con Él en esos momentos es cientos de veces mejor que nuestra comunión ordinaria con Él. Es mediante esos contactos que crecemos en vida.
Deberíamos traer nuestros problemas al Señor y hablarle acerca de éstos. Él puede consolarnos y ayudarnos. Si una persona nunca ha derramado lágrimas delante del Señor, nunca ha compartido su gozo o tristeza con el Señor y nunca ha hablado con el Señor sobre sus asuntos privados, entonces nunca ha tenido una comunión íntima con el Señor y nunca ha tenido una relación profunda con el Señor.
No estamos diciendo que no pueden pedirles a otros que oren por ustedes o pedirles a otros que los ayuden. Estamos diciendo que la única manera de acercarnos más al Señor consiste en contarle todo. No importa lo que le digamos, Él escuchará ... Él se compadece en lo referente a cada uno de nuestros problemas. Él se interesa por los asuntos de todos nosotros. En Su corazón no parece que existan los asuntos de nadie más, sino sólo los nuestros. Él sobrelleva todas nuestras tristezas ... Nuestro Señor está dispuesto a sobrellevar todas nuestras ansiedades y es paciente al escuchar nuestro hablar (CWWN, t. 18, págs. 327-329)