Permanecer en el Señor

Cualquier asunto relacionado con la vida física que funcione de manera normal no produce ningún sentir o sensación. Por ejemplo, cuando tenemos una sensación en el estómago, eso significa que tenemos hambre o que hemos comido mal. Sabemos que nuestro estómago está bien cuando no sentimos nada. De manera semejante, cuando permanecemos en el Señor es posible que no tengamos ninguna sensación. Pero una vez estamos fuera de Él, sabemos inmediatamente que algo anda mal. Cada vez que percibamos que algo anda mal, necesitamos dejar de hacer lo que estemos haciendo.

 Éste es un secreto, en el aspecto negativo, de permanecer en Cristo. Por ejemplo, cuando nuestro cónyuge nos contraríe y comencemos a discutir, es posible que inmediatamente comencemos a sentir “dolor de estómago” espiritual. En ese momento necesitamos detener nuestra respuesta. En otras ocasiones, cuando amamos a alguien pero nuestro amor no proviene de nuestro permanecer en el Señor, tenemos el sentir de que algo anda mal. Necesitamos responder deteniendo tal amor. Si practicamos este secreto, permaneceremos en el Señor.

Hoy debemos volvernos sensibles al permanecer del Señor, de tal modo que cuando hablemos una palabra, expresemos una actitud o tengamos una intención que no sea del Señor, que haga que el permanecer se detenga, inmediatamente podamos orar: “Señor, perdóname y límpiame; no quiero dejar de permanecer en Ti. Deseo permanecer en la vid”. Ésta es la manera en que podemos permanecer, y está relacionada con orar sin cesar (1 Ts. 5:17).  Nuestra oración es nuestra confianza espontánea en el Señor.

Todas las oraciones prevalecientes, aquellas que se pueden considerar eficaces ante el Señor, ciertamente deben ser el resultado de que nosotros permanezcamos en el Señor y permitamos que Sus palabras permanezcan en nosotros. Una vez el hombre permanece en el Señor, espontáneamente toca los sentimientos de Dios y entiende el deseo de Dios. 


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Apuntes de publicaciones de:
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