El secreto de la oracion

No conocemos aquellas oraciones que están relacionadas con el deseo de Dios y se hallan en el nivel requerido. En esto radica nuestra debilidad. Damos gracias a Dios, pues en medio de nuestra debilidad el Espíritu mismo viene a ayudarnos y a interceder por nosotros con gemidos indecibles. Las verdaderas oraciones consisten en que el Espíritu Santo, que está dentro del hombre, exprese el deseo de Dios por medio del hombre. En otras palabras, las verdaderas oraciones son aquellas que involucran a dos entidades. No consisten simplemente en que únicamente el hombre ore a Dios, sino en que el Espíritu se mezcle con el hombre, se vista del hombre y se una a él en oración. Exteriormente, es el hombre quien ora, pero interiormente es el Espíritu quien ora. Esto significa que simultáneamente ambas partes expresan la misma oración.

Andrew Murray dijo una vez que una oración genuina consiste en que el Cristo que mora en nosotros ore al Cristo que está sentado en el trono. El que Cristo ore a Sí mismo suena muy extraño, pero en nuestra experiencia esto es lo que realmente sucede. Romanos 8:27 dice: “[El] Espíritu intercede conforme a Dios”. Esto significa que el Espíritu Santo ora en nosotros conforme a Dios; es decir, Dios ora en nosotros mediante Su Espíritu. Por tanto, tal oración expresa ciertamente la intención de Dios así como a Dios mismo. 

Si un hermano o hermana verdaderamente ha aprendido el secreto de la oración... espontáneamente se producirá el siguiente resultado: sin duda alguna, la persona que ora cooperará con Dios, colaborará con Dios y permitirá que Dios se exprese a Sí mismo y exprese Su deseo desde lo profundo de su ser y por medio de él, lo cual redundará finalmente en que se logre el propósito de Dios. Esto concuerda con Romanos 8:26 y 27, donde dice que si bien no sabemos qué hemos de pedir como conviene, el Espíritu intercede por nosotros conforme al propósito de Dios. En realidad, nosotros no sabemos cómo orar.
.(Lecciones acerca de la oración, págs. 18-19)

Todas las oraciones prevalecientes, aquellas que se pueden considerar eficaces ante el Señor, ciertamente deben ser el resultado de que nosotros permanezcamos en el Señor y permitamos que Sus palabras permanezcan en nosotros. Una vez el hombre permanece en el Señor, espontáneamente toca los sentimientos de Dios y entiende el deseo de Dios. Una vez hemos tocado el sentir que tiene Dios y entendido Sus intenciones, espontáneamente tendremos Su propio deseo en nosotros. Entonces, Su deseo se convierte en nuestro deseo, y lo que Él quiere es exactamente lo que nosotros queremos.

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