Imitar o vivir a Jesús
Llegar a ser la reproducción de Cristo es muy diferente de intentar imitarlo. Podríamos ilustrar esto de la siguiente manera: un hombre podría servirle de ejemplo a un mono para enseñarle a andar erguido, y el mono podría erguirse imitando al hombre. Cuando el hombre camina, el mono también lo hace andando en dos patas. Pero una vez que se acaba la imitación y el hombre se va, el mono vuelve nuevamente a andar sobre sus cuatro extremidades. En cierta medida, aquellos maestros que instruyen a los creyentes a imitar a Cristo son como aquel hombre que entrena a un mono para que éste imite a un ser humano. Procurar imitar a Cristo de esta manera no funciona. Por tanto, no los animo a que procuren imitar a Cristo; en lugar de ello, prefiero conducirlos a Sus riquezas. Prefiero conducirlos a Él mismo, Aquel que vive en nosotros, que está siendo formado en nosotros y que está haciendo Su hogar en nosotros a fin de que podamos pasar por el proceso mediante el cual llegamos a ser la reproducción de Cristo, nuestro modelo. (La conclusión del Nuevo Testamento, págs. 615-616)
Un mono podrá imitar a un hombre, pero nunca podrá ser como un hombre porque no tiene la vida del hombre y por tanto no tiene su vivir, sus virtudes y capacidades. Nosotros los seres humanos en nuestra vida natural no podemos imitar a Jesús porque su naturaleza es una naturaleza humana glorificada y divina. Solo la vida y el vivir de Jesús en nosotros nos hace capaces de imitarle.