La palabra aniquila al enemigo

No soy una persona hecha de “piedra” que no pueda ofenderse. Ciertamente he sido ofendido muchas veces en la vida de iglesia y en mi vida familiar. ¿Cómo he podido pasar por todas esas ofensas? He podido pasar por ellas al recibir la palabra como Espíritu. La palabra que recibo como Espíritu llega a ser la espada con la que aniquilo al enemigo. Aparentemente la espada del Espíritu mata mis emociones, pero en realidad, mata al espíritu maligno que está en el aire, el cual se aprovecha de mis emociones. Esta espada mata mis emociones directamente, pero también mata al espíritu maligno indirectamente. Es así como me ha sido posible pasar por las ofensas. (Adiestramiento para maestros, págs. 24-25)

Supongamos que en la tarde un hermano me ofende. Debido a que temo al Señor, no me atrevo a hablar de esto con nadie. Al siguiente día me levanto por la mañana para contactar al Señor en Su Palabra. Tal vez no lea ningún versículo relacionado con mis emociones; simplemente empiezo a leer la Biblia ejercitando mi espíritu … Al leer … recibo la palabra de manera viviente, como Espíritu, y el Espíritu, que es la palabra, llega a ser la espada que da muerte a mis emociones directamente y a las huestes malignas indirectamente. Espontáneamente, la ofensa desaparece, y la iglesia no sufre ningún daño. Pero si permito que la ofensa permanezca, esto perjudicará seriamente la vida de iglesia.

Si no fuera por la palabra como Espíritu, que es la espada que mata, no podríamos permanecer en la vida de iglesia con el paso de los años. Mantenido viva la ofensa de cierta iglesia o de cierto hermano, yo habría llegado a mi fin en cuanto al ministerio. Lo que me ha preservado en la vida de iglesia y en el ministerio es la obra aniquiladora de la palabra como Espíritu. W. Lee


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