Ser limitados
Un día, una hermana muy buena y espiritual vino a verme. Era de una familia rica y se había casado con un hermano que tenía que cuidar a su madre. La madre era amable con el hijo, pero con la nuera era otro caso. Esta hermana joven se me acercó en busca de comunión, deseando saber si su experiencia estaba bien o no.
Entonces me contó cuánto sufría día tras día con su suegra. Me dijo que había acudido al Señor, pidiéndole que hiciera algo. Por supuesto, no se atrevió a pedirle al Señor que se deshiciera de su suegra, pero le pidió que la librara de esa situación. Entonces el Señor le mostró cuán limitado estuvo como un carpintero en esa pequeña familia por más de treinta años y como fue llevado a la muerte y sepultado. Cuando ella vio tal visión, exclamó con lágrimas: “Señor, ¡te alabo, te alabo! Tu vida está en mí. Señor, estoy satisfecha con mi presente situación. No te pido que cambies nada. ¡Simplemente te alabo!”.
Cuando usted está en cierto ambiente donde se encuentra restringido y reprimido, si tiene un contacto vivo con Cristo, usted dirá: “Oh Señor, Tú eres el Dios infinito, pero te hiciste un hombre finito. En Ti hay poder para sufrir cualquier clase de limitación”. Usted experimentará a Cristo como trigo.